viernes, 12 de febrero de 2010

SERGIO SPINELLI


LA ESPERA

Si se pudiera al menos por un instante congelar el tiempo, lo haría justo en el momento en que tú y yo nos cruzamos en la ciudad grande y misteriosa. Las voces del ayer nos acosaban sin importancia: Ecos de palabras vacías sin sentido y fantasmas de la noche desvaídos e ignorados.
La luna llena sobre el techo de losa asfaltada de aluminio se reflejaba, mientras los pasos errantes que dábamos dejaban su huella sobre el sendero que íbamos trazando. Los extraños nos miraban pasar en el momento exacto en el cual los ojos comunicaban mas que un puñado de palabras. Ojos que miraban hacia un horizonte seguro. Ojos que vieron el abismo de la soledad y que ahora, el alma estaba a salvo del olvido y la frustración.
Sin embargo, ese precioso momento en mi mente sólo existe. El tiempo ha de seguir transcurriendo. Tú también quizás guardes ese tesoro valioso en un pequeño cofre blindado, en un rincón del alma, donde siempre la luz aclara los recuerdos y esfuma los viejos fantasmas de ayer.
Así, a la cálida brisa de verano hemos de ver aquellos sitios donde volveremos a saborear el dulce sabor del encuentro, a la sombra de un herrumbrado farol. En donde las palabras sean el ancla que nos detenga justo en el lugar, a tiempo. Antes de que nos arrastre la corriente del río que nos lleva al abismo de la soledad nuevamente y para siempre.
Es ese instante eterno que siempre ha de recordarse, descartando todo aquello que ya se ha marchitado, que no ha de hacernos sentir nada. Como esas cartas amarillas que alguna vez se guardaron inútilmente. Más se avanza cuanto menos se mire hacia atrás. Entonces, a la luz de la luna, en el rumor de la ciudad durmiente, volveremos a vernos, como prófugos.
Y en el silencio, en la penumbra bañada por el claro de luna, cuando no hemos de decir nada, los ojos han de cerrarse y los labios que callan, sellarán frente a frente el momento. Entonces nuevamente el reloj se detendrá, el cajón ahí arrumbado de viejos fantasmas y desdichas se abrirá. Y como de un soplo el viento del olvido todo se lo llevará. Entonces para siempre ese instante.

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