miércoles, 21 de junio de 2017

María A. Escobar


El entierro 
María A. Escobar


Vos lo mataste, gritó Micaela furiosa.
No, yo no fui, respondió Agustina llorosa.  No soportaba que su hermana mayor se enojara con ella, porque Micaela era como su madre, su aliada, frente a una madre indiferente y a un padre que 
nunca tenía tiempo para nada.. 
Sí, porque está aplastada, seguro que por tu zapato.
Esta vez, sorbiéndose los mocos, Agustina negó y negó con energía.
Bueno, dijo su hermana, traé  un papel, lo enterraremos en el fondo. 
Obediente, ella fue hasta donde estaba su maltratada mochila, tomó el cuaderno y le arrancó una hoja. Total… ya tenía unas cuantas hojas arrancadas por lo que había merecido varios tirones de oreja de su madre y retos de la maestra 
Tomá , le dijo a su hermana que estaba arrodillada, mirando al
bicho con pena.
Está chiflada, pensó , tanto lío por un insecto.
Micaela tomó sin mirar la hoja de cuaderno . Luego envolvió al grillo con la delicadeza de quien envuelve a un muerto con una mortaja.
Nunca les habían permitido tener un perro o un gato, por eso, tal vez,  Micaela se encariñaba con cualquier bicho, siempre que no fuera una araña o una cucaracha (no le gustaban pero no las mataba).
Vamos al fondo, lo enterraremos allá, debajo del ciruelo.
¿Ahora? Está oscureciendo, ¿no podemos hacerlo mañana?
No, lo hacemos ahora, buscá una cuchara o algo para remover la tierra, dale,  andá. 
Andá vos ¿Creía su hermana que ella era su mucama?  Pero miró el pequeño envoltorio y fue a buscar la cuchara a la cocina.
¿Qué llevás ahí? preguntó su madre. 
Enseguida la traigo…Y salió corriendo sin darle tiempo a detenerla. 
Vamos a hacerlo rápido antes que se haga de noche.
Se hincó en el suelo, hizo un hoyo pequeño en el cual pusieron el grillo envuelto en su mortaja de papel rayado. 
Vení, arrodillate, le diremos algunas oraciones, ordenó Micaela. 
No sé rezar, contestó Agustina. Ya empezaba a tiritar aunque todavía no estaban en invierno.
 Sin mucha convicción se arrodilló junto a su hermana y murmuró algo parecido a una oración que acabó con un ferviente pedido: Diosito, por favor, que hoy mamá no cocine lentejas.



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