sábado, 24 de diciembre de 2016

Negro Hernández


                           El baypas  Negro Hernández


Estábamos sentados a la mesa junto al ventanal del Tres Amigos contemplando el atardecer de Barracas con el sol furioso apagándose en el horizonte, cuando el Mirón dijo: -Estoy repodrido, no tengo un mango para las fiestas y estos hijos de puta nos quieren dar un bono de mierda. El Gordo le recordó que habíamos prometido no hablar de política aunque reconocía que estaba bien quejarse. Yo estaba en otra cosa, pensando en donde iba a pasar las fiestas. Marta había cerrado el negocio de antigüedades, puso en venta su departamento de Belgrano y se fue a vivir a Barcelona con su hija y su nieta de 2 años. “Lo siento mucho Negro, yo te quiero pero los míos me necesitan”, me dijo antes de despedirse.
En eso estaba cuando lo veo llegar a Sandoval con paso lento por la vereda de enfrente llevando una valija. -Lo veo mal, como medio caído, dije. 
En un año habían sucedido muchas cosas en la vida de los muchachos y del café. Después de la publicación de mi libro empezaron a llegar a Barracas personajes desconocidos, gente del interior, extranjeros, con ganas de conocer el boliche y su historia. Hasta el Gallego se atrevió de modificar algunas cosas para aumentar el ingreso. Entre ellas contrató a dos chicas para atender a los visitantes a partir de la 7 de la noche, los viernes, sábados y domingos donde ahora se llena de gente. Esos días yo busco otros lugares más tranquilos para estar tranquilo un rato antes de volver a casa.
El Gordo, con la generosidad que lo caracteriza cuando se trata de mujeres, se ofreció a participar de la selección de las pibas que iban a trabajar que tenían que tener entre 25 y 30 años.
-Elegí una rubia y una morocha que están refuertes. Anita y Sofía se llaman… como las minas de Fellini, había dicho.
Y la verdad que las chicas eran lindas, serias y graciosas a la vez, sabían atender al público y eran laburadoras. También a esa hora  venía Ignacio, el sobrino del Gallego, para atender la barra y darle un aire de limpieza y juventud al café -Son como nuestras hijas, había dicho con ironía Ares, el prestigioso boga, conocido en el barrio por su habilidad con las leyes y las trampas. Yo le debía muchos favores y nunca me quiso cobrar.
Sandoval entró al boliche y se sentó con nosotros, respiró hondo, nos miró uno por uno a la cara como apuntándonos con un bufoso y mirando el suelo dijo: -Me tengo que hacer dos baypass muchachos. Estoy jodido del cuore, no puedo caminar más de 5 cuadras sin agitarme.
Jorge que recién llegaba al café y era médico del Argerich trató de contenerlo diciéndole que con los adelantos de la técnica hoy en día es una operación con pocos riesgos, todo
gracias al grande de Favaloro.
Yo puteé para mis adentros pensando en que había llegado la época en que uno empieza a despedirse de los amigos. -Nos estamos poniendo viejos, dije. 
-¿Qué necesitas? Contá con nosotros, dijo el Gordo mientras se servía otra copa de cerveza y manoteaba unos maníes. 
-Estoy medio cagado, me tienen que operar a corazón abierto y tengo como 6 meses de recuperación, no sé que voy hacer con el laburo. El cirujano me dijo que me olvide de las fiestas que es mejor hacerlo ahora. Para colmo les había prometido a mis hijos que este año me iba a disfrazar de Papá Noel para entretener a mis nietos.
-Voy a pedir por vos. Le dije mirándolo a los ojos.
-Te creo, contestó.
Después de 40 años me tomé la costumbre de entrar a una iglesia, me siento en un banco, cierro los ojos, me hinco y le pido a un Dios (si es que existe,) cosas buenas para los que las necesitan. “El hombre creó a Dios a su imagen y semejanza” me habrán escuchado decir muchas veces. Pero con los años comprobé que la ciencia y la razón no lo explican todo. La dimensión del ser humano es inabordable. No voy a contar ahora las experiencias místicas que he tenido, ni las imágenes que me han asaltado en ese estado de gracia, sólo Sandoval y el Gordo lo saben pero prometieron no decírselo a nadie.
-Tené cuidado con los papeles que te hacen firmar en el Pami, dijo Ares.
-Bueno yo te voy a acompañar, agregó Jorge.
-¿Qué les parece si hacemos una gran picada antes de la operación así celebramos el año nuevo por anticipado, dijo el Mirón.
Todos asentimos de inmediato, y quedamos que el viernes 16 nos encontrábamos.
Sandoval cambió su aspecto, su animó volvió a ser el habitual y empezó a hacer planes para el futuro. -Voy a cambiar la cocina y el baño, dijo. Ya compré los azulejos y los sanitarios.
Yo pensé en mi hija que vive en París y mis dos nietitos franceses. La imaginé bailando un tango conmigo en la esquina empedrada del Tres Amigos. Miré el cielo que oscurecía entre las nubes acaloradas y vi a los 3 Reyes Magos bajando con sus camellos. Pedí 3 deseos, uno fue tenerlo a Sandoval entre nosotros después de las fiestas.

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