viernes, 15 de enero de 2016

Juana Rosa Schuster



DESPUÉS DE LA CEGUERA    
Juana Rosa Schuster

El accidente fue atroz. Daniel nunca supo de dónde apareció el camión. Chocaron de frente en la ruta que iba a Illinois. Su esposa, Sally, recibió unos golpes de los que se recuperó en un mes. Él quedó ciego debido al impacto en la cabeza.
 Fueron meses y meses de consultas con los mejores especialistas. No había solución por el daño en las córneas.
 La autopista estaba congestionada en ese momento. Todos se dirigían al festival campestre a pocos kilómetros de Illinois. Camiones que transportaban ovejas pasaban con frecuencia. Todos se saludaban como si se conociesen desde mucho tiempo atrás.
 Tal vez Daniel se distrajo al contemplar ese hermoso caballo blanco en uno de los trailers. Los árboles que bordeaban los caminos, estaban ornados con carteles pintados que invitaban al evento.
 Habituarse a la oscuridad permanente fue arduo; con la ayuda de Toby, el perro guía, se manejó con seguridad. Conocía la ubicación de todos los objetos en la casa de la granja.
 Su esposa lo llevaba con el auto a realizar los trámites conectados con su profesión.
 En los meses de primavera, rentaba algunas de las habitaciones a turistas extranjeros. A su mujer le encantaba cocinar para ellos. Preparaba tortillas deliciosas de huevo, mantequilla y tocino. Además, le gustaba conversar con gente de otras características.
 Daniel le pidió que no le cuente a su madre acerca de la colisión y menos de sus efectos. Ella era anciana y muy sensible. Una curvatura en los labios, le daba aspecto de sonriente.
 -¿Qué le diremos?
 -Dile a mamá que estoy en África como médico misionero.
 La excusa era creíble. La madre de Daniel sabía que su hijo viajaba con frecuencia para ayudar en los países pobres. Kenya lo necesitaba.
 Daniel hablaba por teléfono con Rose y le explicaba cómo había vacunado a trescientos niños en la aldea.
 Rose se había sacrificado mucho por su único hijo. Daniel tenía tres años cuando John los abandonó tras otra disputa por los efectos del alcohol. Hizo tareas de limpieza y  trabajó en una panadería.
 El llamado de su colega lo sorprendió. Se trataba de una operación para alcanzar una visión limitada. Daniel vería en forma borrosa, sobre todo si una persona estaba cerca de él. Su perímetro de visión se agrandaría si se alejaba de los objetos.
 Sally dio su total aprobación y le ocultó la muerte de Rose que había ocurrido pocos días antes.
 Actuó de manera normal, acudió a escondidas al funeral e interceptó las llamadas de condolencia.
 La cirugía tuvo el éxito que se esperaba. Ni más ni menos.
 La idea de visitar a su progenitora, hizo temblar a su esposa.
 -Querido, tu mamá está en un geriátrico.
 -¿Cómo?
 -Sí. Tus hermanas la internaron debido a su edad avanzada y dificultad para movilizarse.
 Sally había hablado en el Hogar de Ancianos “Los Abuelos”. Su plan dio resultado. Una viejecita parecida a Rose, se haría pasar por ella. El resto lo haría un poco de maquillaje. La anciana adoraba a Sally, ya que había trabajado allí como enfermera.
 -¡Hola, mamá!
 -¡Hola, hijo! Te noto muy delgado.
 -Son los aires de Kenya.
 Daniel acercó la silla, su madre hablaba en un susurro. Le tomó las manos entre las suyas y conversaron durante largo tiempo de África, la granja, Sally.
 Notó que habían agrandado el edificio: un salón destinado a los festejos de cumpleaños se destacaba por su colorido.
 A través de los ventanales, podían verse guirnaldas multicolores y personajes de Walt  Disney. Una de las ayudantes, subida a una silla, colgaba globos que le alcanzaba un empleado.
 A un costado, dos señores mayores, jugaban una partida de ajedrez, mientras un enfermero los contemplaba sonriente.
 Daniel vio con alegría que las normas eran más flexibles. Algunos de los internos tenían mascotas en sus manos. Esto influiría en forma notable en sus estados de ánimo.
 Al retirarse, Daniel agradeció a Dios, por tener aún a su madre.


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