domingo, 9 de agosto de 2015

Marta Becker



                                                          FANTASMAS  
Marta Becker   

Apareció un día, tomó posesión de un rincón en  la plaza del barrio, y no hubo quién  lo desalojara. Triste hogar de un despojo que deposita en ese espacio sin dueño sus miserias y misterios todas las noches
La mañana muy fría lo encuentra acurrucado debajo de un árbol amarillento. Como ocurre a diario, el guardián  se acerca y lo sacude.
El montón de ropa  se mueve y asoma un rostro sucio, barba de quién sabe cuánto tiempo, los párpados caídos y un par de ojos sin brillo que fijan la mirada a lo lejos, mientras ignoran a quien tienen delante.
El hombre se levanta. Del gorro de lana sobresalen unos cabellos largos, desgreñados, mechados de muchas canas. Lleva puesto un abrigo raído que le cubre hasta las rodillas, un pantalón que una vez fue negro y unas zapatillas viejas, sin cordones, de color indefinido. Una bufanda nueva le rodea el cuello;  es la única prenda más o menos decente y la luce orgulloso.
Se yergue en toda su altura y totalmente despierto enfrenta con altivez al guardián. Enseguida, suaviza los surcos del rostro con una leve sonrisa y lo saluda. La figura del hombre que cuida la plaza, de traje azul impecable con botones plateados, hace más evidente la decadencia de ese otro, de edad indefinida y silencio permanente.
Al minuto, el cuerpo se encorva y con andar lento, los hombros vencidos y las manos hundidas en los bolsillos del abrigo, inicia el camino conocido que lo lleva a la iglesia, donde le servirán un desayuno. Hace ya mucho tiempo que nadie le pregunta el por qué, cuándo, cómo o dónde de su historia.
Él no da respuestas.
Se sienta a desayunar y sabe que hoy es otro día y ellos tampoco vendrán.
Mientras revuelve con la cucharita una leche aguada revive la escena y ve su imagen que conduce la camioneta por la ruta, el camión que viene de frente, y los cuerpos de su esposa y dos hijos tendidos muertos en el camino.
Todos los días espera en la plaza  los fantasmas de su familia para pedirles perdón.

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