sábado, 16 de mayo de 2015

María A. Escobar



                      Un revolucionario  María A. Escobar
  
-¿Che viejo, no me conocés? ¿Tan cambiado estoy? ¿Trabajamos treinta años juntos…qué pasa, me he vuelto transparente?
Carlitos se detuvo, turbado.  Venía de correr y aun el sudor le corría por la cara.  Vestía un buen equipo de gimnasia, de los de marca y un buen par de zapatillas, también de las caras.  Se lo veía más gordito y próspero.
-Perdoname Bustos, no te vi.  Vengo de correr y todavía estoy medio mareado. ¿Cómo te va viejo? ¿Todo bien?-
- La puta madre, ¿a vos también se te pegó esa muletilla “todo bien”?  Todo bien un carajo. ¿Para mí todo mal, sabés?  Y te lo voy a contar así no me corrés con la famosa muletilla…¿cuánto hace que no nos vemos desde que  nos rajaron de  la compañía, dándonos unos mangos para que sobrevieramos en éste puto país?  ¿Quién nos iba a dar laburo a la edad que teníamos?. Yo cincuenta, vos no sé pero por ahí andamos. Maldito sea, metí esos dólares en un banco y me agarró el corralito… ¿a vos no? Parece que no, se te ve próspero… ¿cómo hiciste, a quién afanaste?  Cuando me devolvieron lo que había depositado en dólares me devolvieron pesos, o sea la mitad de lo que tenía. Me compré un usado y me enganché de remisero. Dieciocho horas de trabajo y lo que sacaba -pura pérdida- me lo tragaba el auto.  Lo vendí por lo que me dieron… Mi mujer iba a eso del canje y así, por lo menos, teníamos yerba, azúcar y leche.  No nos quedó ni un florero y ni hablar de pilchas, todo se, lo tragó el canje, hasta que conseguí instalarme en la estación a vender facturas, una factura de mierda, la verdad, pero los negros la compran.  Están acostumbrados a comer mierda desde siempre. Tuve que arreglar con la cana, eso sí. Y se llevan la parte del león, ¿ sabés? Los hijos de puta viven de chuparte la sangre… pero vos ¿en qué andás, eh?
Carlitos sentía que el sol le derretía la nuca y quería salir disparado.  Pero Bustos  lo tenía ahí, clavado,  mirándolo con un resentimiento asesino y no podía escapar. Parecía un pájaro hipnotizado por una serpiente.
-Y bueno, balbució. –Yo vendo cepillos circulares para pulidoras. Laburo con mi suegro y vamos tirando, che.  No te creas que no son duras las cosas también para nosotros.
-¿Te das cuenta que aquí hay que hacer la revolución? ¿Te das cuenta que no podemos seguir así?  Agarró a Carlitos por el cuello, casi sin darse cuenta.  –Viejo, aquí hay que empezar a matar ratas, esos que la levantaron con pala.  Nosotros siempre fuimos los giles…Y ahora los negros cortan rutas. ¿A quién joden?  A algunos burguesitos que no pueden pasar con sus autos,  los mismos que gritaban “piquete y cacerolas la lucha es una sola”. Pero ahora los piqueteros son “esos negros de mierda que cortan las rutas”. ¿Te das cuenta?  Los mierdas de la clase media son así, como vos, que ahora corren alrededor de un parque y hacen una religión de la buena salú…para lo que les sirve…
-Che viejo, contestó Carlitos, amoscado. –Yo laburo, no le robo a nadie.
Pero sos un individualista de mierda.  ¿O qué sos? ¿ Un revolucionario? Yo estoy en el MTO viejo… ¿ Y vos qué hacés?
-No  joder a nadie, como vos.  Sos un resentido.  ¿O qué te creés?
- La revolución la hacemos los resentidos, los que no nos conformamoscon ésta mierda.
-Bueno, yo me estoy derritiendo. Me voy a dar un baño porque tengo que trabajar, y vos andá a  venderle facturas a los negros.
-No, tengo una piba que me atiende el puesto.  Le pago con facturas.  Yo estoy para otras cosas, viejo… 

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