sábado, 18 de abril de 2015

Marta L. Pimentel Álvarez



El viento  
Marta L. Pimentel Álvarez

Tiene una novia el viento, lo he visto con la muchacha,
De pique por las esquinas, de besos por las mañanas.
Enlazado contra el lapacho, a guiños con las iguanas,
de costa a costa escondido en los brazos de la dama.
Como un señor soplando despacio para no espantarla.
 deja caer la flor del jacarandá cuando pasa.
Susurra espinillos amarillos cuando ama, y
de vergonzoso nomás, se vuelve verde esmeralda.

Una vez, la vi corriendo, como quien del fantasma dispara,
era, él mismo, siguiendo su sombra entre las ramas.
Al amanecer aquel día, lo vieron llorar al alba.
Le pregunte, si tenía dolor, o tristes nostalgia,
Si podía consultar a las nubes, a las barrancas,
A los arroyos jilgueros, a las yatay, a las garzas.

No, dijo ensimismado - estoy solo, eso me arranca lágrimas,
ya las coplas me han vencido, soy pluma de ave que pasa.
Voy a donde nadie sepa que corro viejas del agua -

Lo dice, el sol, que pregunta - ¿dónde está el viento que pasa? -
Escondido en un copla, en el fondo de una guitarra.
Lejos de la muchedumbre, y cerca de las barrancas.
Soplando sobre el hornero, su casa de barro y paja.
O quizás haciéndose el loco, quitando de encrucijadas
al mandubé del pico, el anzuelo, pura lanza, pura lanza.
 De un tirón a esta costa, de un tirón a esa lata,
de tarro en tarro la loma. Y liberando escamas,
de aquella cría de sábalo a la orilla de la playa.

Al viento lo vi, callado, cabeza baja. Encorvado
mirar por debajo del agua. Pensé se habrá perdido,
Ya anda con la nostalgia, comió mal un gorrión,
lo empacho la chicharra, se fue de bingo en la noche,
se le calentó el agua, y el mate de puro pico,
le quemó hasta la garganta.
 Están de juerga en la calle, y nadie lo invito que vaya,
Está algo sonso mi amigo, me dije, mientras guardaba
en mi cartera estrellas de tarde enteras de plata.
No dije nada, sólo lo vi, junto al borde de la calle
tropezando con el alma. 

 Un zorzal, lo señalaba:
- Allá va el viento, enfurecido lleva nubes mañaneras,
a reventarlas donde aguanten su nostalgia -
Es como un niño escapado en la siesta a la plaza -

Sopla el viento, y de un giro, el aire que sopla estalla,
caliente como el Caribe con brozas fina en la cara,
finge ser un extranjero con aire de nuez moscada.
Pero, entrerriano como el monte, de espinillo en la garganta,
canta y brilla como un grillo, entre los aires que danza,
campo adentro, cementerio de los pueblos y  muchachas.

Sé de él por que respondo, sé de él
por que me inclino ante su estampa
Sin máscaras ni palabras. Viento y agua.
 
Sabe Dios si sopla fuerte, sabe Dios si sopla en calma.
Del huracán de la noche, los pichones se levantan,
y con lagañas aún puesta preguntan que - ¿qué le pasa? -
Es el viento una fantasma que camina en las mirillas
y se filtra en las puertas, como mendigo o gitana,
adivina mis sentidos, y me busca, y me llama.

Como un león extendido, lo he visto entre las plantas,
felino desconocido maullando en las ventanas:

- La niña viene de lejos, la niña se va sin agua,
Se lleva en canto, el viento, su cabellera dorada,
Y ríe el viento a carcajadas,
Y ríe la niña pobre de la ribera y las palmas.
Enfrente están las islas: una pequeña y selvática
Otra de anchas cinturas y largas leguas de estancia,
 para caminar descalza con la fe subida al viento
en los ojos de esmeralda,
¿Se acordará del viento, la niña serena y casta?

Paraná, 26 de agosto -2010

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