jueves, 19 de diciembre de 2013

Celia Elena Martínez



                                       Terminó el año Celia Elena Martínez


Fue un año fatigoso, El  micro centro  se llenó de papelitos que los empleados de oficina tiraban por las ventanas. Brindamos como  para esta festividad, todos los compañeros del estudio contable “Samburgo”. Ya empezábamos bien las vísperas de fin de año. Estábamos, para decirlo con discreción bastante embriagados. Por fin nos abrazamos todos nos deseamos lo mejor para el año siguiente. Domínguez fue al baño y dijo-  ya vuelvo- Nos fuimos todos cantando sería un largo festejo porque caía en lunes y martes, siendo viernes tendríamos un largo feriado.
 Como todos los años lo hicimos en mi casa que tenía una gran terraza, como siempre comeríamos hasta el hartazgo, quedábamos tendidos en los sillones, inflados de comida y bebidas, con una mezcla de alcohol que estábamos seguros que al otro día se nos partiría la cabeza, el tío Romualdo como era usual sería el de los chistes pesados por sus acostumbradas borracheras, su mujer intentaba calmarlo, pero era inútil.
 Hacia el final de la cena, siempre hacíamos una tómbola, cada uno ponía la misma cantidad de dinero, hacíamos el sorteo con papelitos y el ganador se llevaba toda la “fortuna”.Una vieja costumbre que había instituido el tío Carlitos hacía añares.
 Los chicos jugaban con los fuegos artificiales. Desde allí arriba se veían, las bengalas, los globos encendidos y las luces de colores de los juegos de artificio.
 Los grandes sin poder más tomábamos sales. Finalmente la abuela traía los dulces y el helado, no faltaban las nueces, almendras, las castañas venidas de Italia y las confituras italianas que la nona preparaba desde siempre.
 Poco a poco se fueron yendo, prometiendo volver el 1° al mediodía, nosotros sabíamos que llegarían pasadas las tres porque ya estaba amaneciendo, al tío Romualdo lo llevaban entre tres, los chicos dormidos lloraban. Cuando mi mujer y yo vimos los trastos sucios, suspiramos y nos fuimos a dormir. Al unísono dijimos -mañana será otro día- Por suerte nuestros niños dormían en sus camas. El perro se había sosegado y dormitaba a los pies de la nuestra Cuando le dije a mi esposa con picardía -¿estrenamos el año?- Ella ya dormía profundamente y masculló algo entre sueños.
 Recién el miércoles por la mañana se me ocurrió revisar los mensajes del teléfono suponiendo que esa enorme cantidad serían de saludos.
 Era la mujer de Domínguez que en tono desesperado nos preguntaba por su marido. No había regresado. Hablé con otros compañeros y tampoco sabían de él desde el viernes, pero como ya nos había comentado que iba a viajar con su amante para estas fiestas, lo presumimos pasándola bien en algún hotel de la costa.
 Por supuesto no llamamos a su mujer.
 Entramos a  la oficina todos con caras de cansancio y ojeras.
 Rossi fue al baño uno a uno fueron llegando  mientras preparábamos el café.
 Desde el baño llegó el grito de horror de Rossi, salió espantado y no podía emitir sonido.
 Fuimos al baño y también  con espanto lo vimos allí. Domínguez yacía en el piso muerto.
 No había terminado el año.

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