martes, 9 de marzo de 2010

JUAN CARLOS DE ROSA


TODO NO SE PUEDE

Sí, ya lo sé.
Tu me lo decías siempre. Cada vez con peor mirada.
Pero no puedo conmigo mismo. Quiero todo.
Quiero sentir el penetrante olor que sólo tiene la mañana, cuando en marzo dan las seis. Entonces quiero salir a correr por el parque, mas aún en otoño, cuando el aire es tenuemente frío.
Quiero volver y hacerte el amor y, apresurado, partir para la oficina.
Y también quiero trabajar hasta tarde y encontrarnos por la noche, ir a comer, ahogarme en cabernet, llegar a casa y nuevamente hacerte el amor.
Eso quiero los lunes.
Los martes, en cambio, quiero levantarme a las cuatro para leer La Ilíada, hacer gimnasia a las siete y luego gozar la rutina del trabajo, para después ir juntos al cine, y hacer el amor a la una y cuarto, en punto.
Quiero jugar al paddle los miércoles a las ocho de la mañana, porque entonces, si me despierto a las cinco, me quedan casi tres horas para leer el libretto de la ópera que veremos por la noche y sobra algo de tiempo para hacerte el amor.
Y así sigo toda la semana, con el sagrado sábado en que quiero jugar al golf el día entero para luego llegar con los pies deshechos y entonces, extenuado, recostarme en la cama y hacerte el amor.
"Todo no se puede, Javier, no se puede", repetías a diario.
Por eso, justamente por eso, tú deberías entender que en estos siete años que hemos pasado juntos he podido ejecutar sesenta mil flexiones y también pude leer a Homero y a todos los clásicos; también pude, a buen ritmo, recorrer cerca de cinco mil kilómetros de parque y lograr cinco ascensos en la empresa; pude bajar el handicap de golf a una cifra, y cerca de mil quinientos litros de cabernet sauvignon han podido ser incorporados a mi sangre, y hoy puedo recitar de memoria, y con pocos errores, al repertorio completo de Puccini.
Con eso, y con mucho menos, la más idiota de las mujeres estaría orgullosa de su marido. Porque todo no se puede.
Por eso no te entiendo. Por eso es incomprensible que me abandones por un flácido gordito que no hace gimnasia, no corre ni al colectivo, practica deportes por televisión, raramente escucha un tango, apaga su lujuria con agua de la canilla y no pasa de leer los suplementos deportivos que sus compañeros abandonan en el Banco, y que el recoge mientras hace la limpieza.
No te entiendo. Realmente no te entiendo.¿Si tú sabes que todo no se puede, qué pretendías de mí ?

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