lunes, 8 de marzo de 2010

ALEJANDRA OVIEDO


ROSA ROJA, ROSA BLANCA

Trabajaban en la misma empresa, Natalie vivía en su entrañable Paris y Andrés en Madrid. De una u otra forma estaban en contacto todos los días. Al principio mantenían una relación distante...un saludo por cortesía, y la notificación de la jornada.
Esa mañana ella llegó a la oficina desencajada, no podía disimular la ruptura de tantos años con su novio, se le notaba hasta en la sangre. Debía llamar a ese extraño español y sin tantos escollos lo hizo.
- Andrés, aquí le envío unas estadísticas que encontré sobre mi escritorio.
Él la notó distinta, como herida, como si una lesión la estaría capturando y se animó a preguntar
- Natalie ¿Estás bien?
Quién era ese entrometido para indagar sobre su estado, seguramente si le decía que estaba destruida gozaría como suelen hacerlo algunas personas para mantener el poco ego que les queda vivo.
- No pasa nada señor, gracias por su interés hacia mi persona-
Saludó y cortó abruptamente.
Al día siguiente y como de costumbre abrió el correo electrónico personal, había dos mensajes, uno de su inseparable amiga que seguramente le escribía para relatarle el viaje que había emprendido a América y el otro tenía como remitente a Andrés Castañeda, asunto...Saludos, se sorprendió y una curiosidad apremiante la incitó a abrir el contenido con torpeza. Había una figura de una rosa profundamente roja y un mensaje... DESPUÉS DEL FRÍO DE LA LEJANÍA, ESPERAMOS EL CÁLIDO ABRAZO. Sintió una sensación de amparo, de abrigo a su dolor, un refugio desconocido que la invitaba a descubrir. Se tomó el atrevimiento de responderle con un ¡¡¡GRACIAS!!!
Tomó el teléfono y como si nada hubiera pasado, dijo:
- Andrés, le envío el expediente.
¿Habrá abierto el correo?, pensó él e indagó
- ¿Cómo estás hoy Natalie?
- Como una rosa profundamente roja, sonrió con ternura y cortó vacilante.
Los correos se incorporaron a la cotidianeidad, figuras, poemas discretos, frases vivificantes con saludos colmados de cariño, simpatía y mucha cordialidad. También los llamados telefónicos sorpresivamente suplieron a la obligación de tomar un tubo para comunicar una información fría y sin sentido.
De a poco Andrés fue conociendo los gustos de Natalie, sus ideas, su vida...
Ella y también de a poco, se fue enamorando de aquel que le enviaba rosas rojas.
Las hojas del almanaque se deshojaban, como el árbol otoñal que se desprende de su follaje silenciosa y vertiginosamente. Un año, dos... tres y la tangible necesidad de un encuentro. ¿Paris? ¿Madrid?, ¿dónde, cómo y cuándo? Cuando dos deseos se unen el universo abre paso para que ellos se conviertan en realidad. Entonces no era amor, era deseo, curiosidad, ternura ¿Cómo denominar a ese vínculo tan distintivo, tan particular? ...el tiempo y las razones del corazón eran los dueños del nombre de la relación.
Se encontrarían en una plaza de Madrid, para reconocerse, ella vestiría de blusa blanca y pantalón negro con una rosa roja en la mano y él de jean con saco gris.
Era un día de sol radiante, sus rayos golpeaban atrevidamente los aleteos de las mariposas que engalanaban el paisaje. La miró, la observó ¡Qué bonita es!... se dijo a si mismo.
Ella levantó sus ojos y se encontró con el caballero de gris, ya se había consumado el deseo, ya no había nada que decir y se le calló una lágrima que no pudo contener, producto de una verdad que nunca fue. Él vio la lágrima y comprendió, dio media vuelta caminando con despecho y cien lágrimas sobre el rostro.
La plaza se convirtió en una laguna de sollozos y de esa mancha de agua pura, surgió una blanca flor, era justamente el nombre que le habían puesto el tiempo y el corazón a esa relación.

-Córdoba, Argentina-

*Publicado en revista literaria virtual El poeta, dirigida por Juan Carlos Arce

No hay comentarios: