martes, 18 de agosto de 2009

MARCOS RODRIGO RAMOS


ÚLTIMO CIELO EN PINAMAR

"El viaje fue largo pero valió la pena", pensó cuando llegó a Pinamar. Por una semana disfrutaría del chalet de sus primos a solas, lejos del trabajo, la rutina, los conocidos, los horarios, los recuerdos. Lejos de Mariana. Pasaría su cumpleaños número cuarenta sin nadie alrededor, solo con su violín, así lo había decidido.
El chalet era pequeño, tenía un living que era también cocina, un baño y un altillo en donde estaban las camas. Rodeada por pinos la casa no era visible desde la calle y la poca luz que entraba entre las ramas le daba cierto aspecto lúgubre.
Cansado por el viaje decidió dormir un poco. Soñó que una mujer rubia y alta lo abrazaba por la espalda. No sabía quién era pero algo de ella lo tranquilizaba. Se dio vuelta y la besó con pasión.
Despertó contento, presuroso se cambió y fue a la playa. Instaló la lona en la zona de los médanos y se recostó al reparo de la sombrilla. Se sentía acariciado por el murmullo del mar mientras el sonido de risas lejanas de la gente se mezclaba con el eco de sus recuerdos. Miró su mano, todavía se notaba la marca del anillo.
En otro de los médanos vio recostada una chica en traje de baño que le recordó por su figura exuberante un poco a la mujer del sueño. Escuchaba música con un auricular. De repente se dio vuelta, se sacó los anteojos y lo miró a la cara. Se sintió avergonzado y bajó la cabeza. Ella se paró y se dirigió en dirección a donde estaba. Intentaba desviar la vista y simular indiferencia pero sabía que era inútil. Cuando ella estuvo enfrente de él no tuvo más remedio que mirarla a la cara. Sorprendido se encontró con un rostro demasiado joven que le sonreía.
-¿Vos sos Rodrigo Ramos?
-Sí. ¿Nos conocemos?
-Soy Carolina González. La hija de Mauro y Leticia.
Se tapó la boca y sintió un leve mareo.
-La última vez que te vi tenías cinco años. Fue antes que se fueran a España los tres. ¿Cómo me reconociste?
-Me acuerdo de vos. No cambiaste tanto.
-Si, salvo que se me cayó casi todo el pelo, estoy lleno de canas y peso treinta kilos de más por lo demás estoy idéntico.
-No estás tan mal. Sos muy duro con vos mismo.
-¿Sabés la historia de tus pañales?
-No.
-Cuando naciste, que fue hace 18 años un treinta de noviembre, tu papá venía de tres días sin dormir porque hubo algunas complicaciones con el parto, se ve que no querías salir y tuvieron que hacer cesárea. Yo estaba de vacaciones y me ofrecí para cuidar esa noche a tu mamá en el hospital. Como estaba muy dolorida por los puntos no se podía mover mucho entonces, como te habías ensuciado, yo te limpié y fui el primero en cambiarte un pañal.
-Sí. Había escuchado algo pero nunca pensé que fuera cierto.
-Podemos decir que soy el primer hombre que te vio desnuda.
Se hizo silencio entre los dos. Pensó que quizás le había caído mal su comentario. Ella se tapó la boca y tosió fuertemente.
-Tenés la nariz roja.
-Estoy resfriada desde ayer. Te juro que no siento ningún olor ni ningún sabor pero en tres días dijo el médico que se me va a pasar. ¿Qué estás haciendo acá?, me acuerdo que tu cumpleaños era por esta fecha.
-El trece de marzo.
-¡Mañana! Supongo que estarás en el chalet de tus primos. ¿Vas a hacer alguna fiesta?
- No estoy con mucho animo de fiesta.- le dijo secamente.
Pareció ponerse pálida. No había tenido la intensión de ser agresivo pero la imagen de su último cumpleaños junto a Mariana lo sacó de quicio sin que se diera cuenta. Carolina se levantó, le dio un beso en la mejilla y se fue en silencio despidiéndose con la mano. Él no le respondió y se quedó ensimismado mirando al suelo. Recordó para qué había venido a Pinamar y estaba decidido a cumplir su cometido el día y la hora en que lo había prefijado.
Era casi la medianoche. Su cumpleaños número cuarenta lo encontraría solo como lo había planeado. Inició el ritual. Se puso en la bañadera y comenzó a rociar su cuerpo con nafta, lo mismo, no dejó parte sin mojar. Ya cambiado tomó su violín y comenzó a tocar su versión de "El día que me quieras". La música comenzó a mezclarse con recuerdos: el primer beso con Mariana escondidos en el aula de Química, su compromiso, la casa de los sueños, el auto, el aborto, el reproche, el silencio, la distancia, el "hasta nunca".
La música seguía y sentía que su sangre se volvía más espesa, que sus fuerzas y su alma se iban de a poco y que ya no podía seguir. De repente alguien golpeó la puerta. Faltaban aún quince minutos para la medianoche. Bajó despacio y con desgano abrió sin preguntar quién era.
-¡Carolina!
-Hola. Quería pedirte disculpas por lo de la tarde.
-No hay problema. ¿Qué trajiste?
-Sabía que ibas a estar solo y como es tu cumpleaños te hice una torta.
-¿Para mí?
-Claro. Puedo pasar a dejarla en la mesa que está pesada.
¿Qué tenías pensado hacer?
-¿Yo? Nada.
-Si estás esperando a alguien me voy
-No, quedate.
-Traje sidra para festejar.
-¿Hay algo bueno porque brindar?
-No seas tan negativo. Vos sentate que voy a preparar todo.
Le hizo caso, se sentó en la cabecera de la mesa. Ella hablaba mientras ponía el mantel, los vasos, los platos y sus palabras y movimientos se volvían música. Tenía puesto un jean azul que le quedaba grande al igual que una camisa del mismo color, parecía con esa ropa estar pidiéndole disculpas. Se dio cuenta que ella estaba en este momento en que precisamente necesitaba a alguien. Vio la sonrisa de Carolina y en ella un porvenir fabuloso lleno de alegría, amor y futuro. Comenzó a llover y sintió unas ganas irrefrenables de abrazarla.
Ella colocó la torta frente a él y besándolo con los ojos le dijo:
-Prendé la velita y pensá tres deseos.
-No necesito pensarlos. Ya sé lo que quiero.Carolina se sentó a su lado y tomó su mano. Rodrigo sonriendo y sin quitarle la vista de encima, tomó el encendedor y lo encendió para prender la velita.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

felicitaciones, cada relato tuyo es indagr en el alma humana.
miguel

Anónimo dijo...

Gracias Miguel por tu comentario elogioso hacia mi texto. Querría saber que otra cosa leiste de mi autoría y en qué medio. Un abrazo.
Marcos Rodrigo Ramos