sábado, 12 de abril de 2008

NORMA TRAFERRI


EL ESPEJO VACÍO

Extrae la llave de un bolsillo. Apoya una mano sobre la antigua puerta de cedro, la desliza acariciándola, tropieza con el llamador, hay un reconocimiento mutuo. El león rugiente sostiene el aldabón de bronce, lo hace restañar, el eco de los golpes suena en sus oídos como dentro de un túnel largo y nocturnal. Siente entre sus dedos una vibración de vacío que lo trae al hoy. Encuentra la cerradura, introduce la llave, y la hace girar. La puerta se abre, se escucha un sonido de bisagras, que permanecen dentro de sus oídos como un sutil saludo de la casona ante su llegada. Delante de sus pies, lugares transitados; su brazo extendido. Hoy y ayer imbricados en una fugaz intemporalidad, lo sabe. Guarda en su memoria y ve, como en un viejo film en blanco y negro, la casa, cuando estaba viva. Hoy sigue amoblada y hueca. Da unos pasos en medio de tanta densidad que le suena a la nada. Extiende su brazo y las yemas de sus dedos en un indeseado tacto lo reconoce y se desconoce. Sus dedos elípticamente recorren el borde de madera. El centro. Apoya, plana su mano. Un frío de muerte penetra, recorre su cuerpo, cuando su cerebro a su pesar, le envía el mandato de manera irrecusable. Toca la nada, porque allí, está su verdad, no hay nadie, no reconoce presencia. Hueca y sin calor la platería, sobreviviente de un entonces, fría sin cuerpo ni brillo. Huele, todo tiene el perfume de un antaño guardado en su recuerdo. Encuentra el barandal es de madera, sube despacio los escalones, crujen algunos peldaños en son de bienvenida. Toca los bordes de una, sabe, se encuentra frente a ella abierta, es el estudio de la casona y se ve nuevamente, parado como en éste instante, siendo niño. Su tío sentado en el gran escritorio, no recuerda su rostro. La luz que penetra desde el ventanal que daba a sus espaldas, hacía que no lo viera. Su mirada de entonces con el alucinado deseo de poseer para sí ése cuarto. Huele los lomos de los libros, huele el papel entintado. Desea acariciarlos para luego dejarlos, como a una deseada mujer amada que no pudo hacer suya.

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