sábado, 12 de abril de 2008

CHAVI MARTINEZ


TU GRAN ALEGORÍA (*)

I

"Permito que me pierda, a veces, sin ayuda. Entonces voy y vengo con la sentencia de eucalipto incinerado, yendo y viniendo como un cenizo que sorprende. Asumo al fin flexión de las manos, espigas sobre las piernas, arena encima de los labios, y voy yendo igual por todos los lados de ti.
Insisto que no se tiene reparos con la idolatría. Se trabaja incesantemente para permutar los gestos y los halagos, se trabaja para el avaro manuscrito y se tilda en la elegancia frágil que se olvida en cualquier momento. Se sostiene en tamaña perseverancia el ademán roto y fraguado, el ademán que hace sociales y te inclina al titileo. Muy a menudo imagino cómo se ven los niños sentados en la playa comiendo naranjas, con las boquitas que arden y los dedos fregando el mar. Estos niños me impresionan y me recuerdan a los que han sido dejados fuera de la pista. A los que no reinciden.
Veracidad y símil intento de entumecimiento, fresca y rancia fruta que se desgaja sobre la arena, tenaz impulso de los hombres por retomar la niñez y cerciorarse de de las risas. Quiero hablarte tanto y balbuceo, y después erosiono impúdica, de manera vertiente."


II

"Soy una especie de mujer renacentista de antiguas pugnas entre lo omnipotente y lo humano, cuyo proyectil hacia la luna sangra. Sobre sí mismo sangra. A fuerzas de razón poca osadía. Y en el intento de admitir mi vastedad pierdo raíz, semilla, sombra y el asidero público revierte mi rincón.
De todos modos asumo sin bretel que bajo cartónica después de cortas estadías, y subo para acabar con vida.
Permito que me pierda, a veces, sin ayuda. Entonces voy y vengo con la sentencia de eucalipto incinerado, yendo y viniendo como un cenizo que sorprende. Asumo al fin flexión de las manos, espigas sobre las piernas, arena encima de los labios, y voy yendo igual por todos los lados de ti.
Insisto que no se tiene reparos con la idolatría. Se trabaja incesantemente para permutar los gestos y los halagos, se trabaja para el avaro manuscrito y se tilda en la elegancia frágil que se olvida en cualquier momento. Se sostiene en tamaña perseverancia el ademán roto y fraguado, el ademán que hace sociales y te inclina al titileo. Muy a menudo imagino cómo se ven los niños sentados en la playa comiendo naranjas, con las boquitas que arden y los dedos fregando el mar. Estos niños me impresionan y me recuerdan a los que han sido dejados fuera de la pista. A los que no reinciden.
Veracidad y símil intento de entumecimiento, fresca y rancia fruta que se desgaja sobre la arena, tenaz impulso de los hombres por retomar la niñez y cerciorarse de de las risas. Quiero hablarte tanto y balbuceo, y después erosiono impúdica, de manera vertiente.
Sólo estuve viniendo, diciendo a todos que temí tanto a tu estatura, que abastecida de sórdidos cráteres simulé mi estancia en tu portal dormido. Que soy entusiasta. Y me invade radiación y la tenue reverencia cilíndrica asomada en la pretensión del mundial itinerario. Soy entusiasta y pregono esa vocación asistiendo al lugar de las guirnaldas y de los prados secos. Jamás había visto humano que segregara, mermelado, la sonrisa de haber conocido a alguien increíble. Verás que sí. Tú tienes los pómulos llenos y bronceados, yo te he visto. Tienes sinuoso y sitiado modo de andar. Hallo rústico cariño en ti. Y qué amable y prosódica me parece tu certeza y dedicación a la tácita familia que tanto añoras, con padres que se aman, con una disciplinada demostración y cierta rutina. Cierta preponderante desobediencia a la lógica que menosprecia el embrión cual habitáculo interino.
Ahí está el amarillo raspado, el amarillo de un día y medio que solcea festivando la blanca ojera, la penúltima historia de aquel adolescente que insiste en contarla y nadie se imagina la tremenda euforia y febril composición de su esencialidad labrada.
Y entonces me gusta cómo escribes, cada tanto, con los ojos en la gente. Con los ojos en los ojos.
Cómo escribes y qué. A la gente contracturada que vive dando vuelta carnero. Asisto pertinentemente a tu lectura y evoco lo que agradeces imperioso y que olvidas. Y lo retengo desenvolviendo manos chiclosas donde hallo hormigas. Llego concluyendo que me preocupa tu casa cuando lego la desesperada manera de preferir que nos lleve la perrera. Eso sí, lego en demasía que sí te quiero entre los animales."
(fragmentos)

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