viernes, 7 de marzo de 2008

MARCOS RODRIGO RAMOS


LA LUNA CUADRADA

................"Ella cantaba los minutos sin dormirse" Paul Eluard

Carlos besó la medallita de oro, el ritual le traía suerte. La medallita la había encontrado a los nueve años mezclada entre viejas boletas del gas. Sin que se lo dijera su padre (jamás se atrevió a preguntarle) intuía que era de su madre, aquella mujer que nunca había visto ni en fotos y de la que ni siquiera sabía su nombre. Sólo tenía un dato revelador, contundente y a la vez vacío: "Se fue". Con el tiempo había dejado de preguntarse por ella. Miró por última vez la virgencita labrada de la medalla y tomando la carpeta entró junto a sus compañeros al salón donde le tomarían el examen.
Todos pasaron con sus libretas y la esperanza de que se llenara con el cuatro salvador. Hasta ahora las cosas iban bien: había aprobado seis materias en diciembre y cuatro en marzo, previas quedaron Música y Gimnasia, sólo tenía que aprobar Dibujo para pasar a Noveno. Se sentía confiado. Todos sabían que era bueno para dibujar. En pocos minutos podía hacer aparecer en el papel cientos de paisajes, miles de seres a los que nunca había visto y que seguramente no existían.
La profesora Peretti sabía de su talento y era un secreto público que lo odiaba por eso. "Use regla", "Este dibujo no está proporcionado", "Las puertas nunca van en los techos", "El minotauro tenía una sola cabeza", "No invente, Carlos", "Regla y escuadra", "Se cree gracioso. La luna no es cuadrada. ¡A marzo!
"Perspectiva. Quiero que dibujen una silueta humana y la repitan a 10 centímetros. El punto de fuga debe estar a la derecha."
Carlos sabía que no podía darse el lujo de la creatividad si quería aprobar. Cerraba los ojos y volvía a él el dolor de los cintazos en la espalda que le había dado su padre cuando se enteró que tenía diez materias para rendir.
Tomó la regla y marcó el punto de fuga. En ese momento entró la preceptora a tomar lista. Se mentalizó y pudo dibujar la silueta de ella a la perfección en un instante. Tranquilo comenzó a hacerle las facciones y la ropa; quiso dibujarle dos alas pero reprimió la tentación. Con la escuadra trazó las dos líneas hasta el punto de fuga. Observó los trabajos de sus compañeros, estaba bastante adelantado. Comenzó a delinear la otra silueta a unos diez centímetros como lo había pedido la profesora.
Habrán pasado poco más de cinco minutos cuando notó una leve imperfección en la zona de la cadera. Borraba y volvía a dibujarla modificándola cada vez más, le agrandó el busto, cambio la inmensa cabellera con rulos por un simple corte carré, comenzaron a aparecer otros ojos, otra boca, otra nariz bien diferente de la del modelo original, un rostro sonriente que nunca había visto ni soñado. Dibujaba con precisión milimétrica, algo en el dibujo lo conmovía sin entender muy bien qué era y se posesionaba de su alma.
El tirón sobre la hoja lo devolvió a la realidad. "Ya pasó el tiempo. En cinco minutos les digo el resultado. Esperen en el patio."
Carlos salió como sonámbulo y se sentó en el piso. No podía reconocer, por más que se esforzaba, a la persona que había dibujado en lugar de la preceptora. Le dijeron que se parara y en ese momento la cadenita en la que estaba la medalla se cortó cayendo al piso. Rápido la levantó y se colocó en la fila en la que estaban todos los que rendían Dibujo. Fue el último en entrar. Se sentó frente a la profesora. Ella firmó y le entregó la libreta sin decirle nada. Fue entonces que lo vio: "tres setenta y cinco". Sólo cuando las lágrimas y el ahogo inundaron su rostro la docente remató el hachazo: "Carlos, siga las reglas. No imagine. Obedezca. Así nunca va a llegar a ningún lado. Píenselo Carlos, píenselo."
Salió mareado con unas ganas inmensas de vomitar el alma y despertar de aquella pesadilla que se había vuelto su existencia. Llegó demasiado rápido a su casa. Sólo quería que los relojes murieran pero el tiempo estaba vivo y parecía burlarse de él transformando las horas en minutos. Se hicieron las nueve, pronto llegaría su padre del trabajo. Dejó sobre la mesa el dibujo del examen y la libreta abierta en la hoja clave "Desaprobado. Recursa octavo año."
Se acostó vestido cubriéndose de un frío inexistente. Era una noche oscura, sin estrellas ni luna. Sin darse cuenta el sueño lo fue venciendo y se vio a sí mismo dentro de uno de sus paisajes imaginarios. Una luna cuadrada iluminaba todo. Frente suyo reconoció una silueta ahora familiar; era la mujer que había dibujado. Minotauros de dos cabezas jugaban alrededor de casas con puertas en el techo pero él sólo tenía ojos para ella que lo acariciaba con la mirada. Quiso acercarse pero despertó bruscamente al sentir la pesada mano en el hombro. Era su padre que con voz ahogada le dijo: "Te salió bien. Así era tu madre. Ana".
Instintivamente se abrazaron y los ojos de Carlos brillaron en la oscuridad por un destello de la luna cuadrada.


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