domingo, 19 de noviembre de 2017

Ruben Amato

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Ruben Amato

¿Va a nevar, eh? ¿Va a nevar, eh?
Todo el mundo en ese pueblo repetía eso como loros. No era una pregunta ni una afirmación.
Nadie esperaba una respuesta.
A veces sonaba como un lamento, algunos de esos soberbios, que creen manejar hasta la naturaleza, hacían apuestas mientras los más humildes miraban hacia las nubes y después de un rato se encogían de hombros para seguir soñando con la nieve.
En aquel lugar precordillerano, necesitaban que nevara!. Y según ellos “se había atrasado”
La cuestión era – lo supe mucho más tarde –
que no era la nieve lo que esperaban sino a los turistas. Después de mucha pregunta…
El pueblo vivía del turismo y la nieve era el anzuelo perfecto. Y la cobraban caro.
Desde ese momento, cada vez que nevaba a mi me parecía que las laderas eran las bóvedas de la caja fuerte de un banco.


Y los copos centavos desparramados por todas partes.

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