El abandono
Ana María Manuel Rosa
Lucía
con una sorpresa de esas que jamás queremos que nos toquen en el camino. Amargura
y tristeza fueron sus componentes principales en su sendero que no lo abandonó
nunca.
La
verdad afloró con el tiempo con un sabor amargo en cada palabra y en cada
decisión al vender cada casa como era su trabajo pero su aplomo en ir en contra
de la mención de la felicidad que él no pudo alcanzar. Su dolor de la verdad no
descubierta con anticipación de la consumación de los hechos de ese día gris en
la vida de Joseph.
Cada
palabra dicha con aplomo pero el dolor se notaba en el fondo y no había que ser
psicólogo para notar ese vacío sórdido del corazón. Con el tiempo la
desconfianza fue tema principal en sus pensamientos por todo no únicamente al
ver por un nuevo amor. La desconfianza de Joseph fue todo un tema en cada
hecho.
Se
supo que con gran amargura años atrás abrió la puerta de entrada a su casa y
cruzó la calle a los vecinos con los cuales tenía confianza preguntando si
ellos pudieron ver algo. Cuando se sentó y comenzaron a hablar lo sucedido el
hombre ensombrecido se cayó en el sillón como desplomado del no saber ¿por qué
a él le aconteció esto? Y el no poder comprender y asimilar las acciones porque
ellas tenían un sentido para él y que al parecer no era así. Comenzó a
conversar con ellos de lo acontecido.
La
sorpresa fue que nada sabían y que sólo les llamó la atención que al regresar a
casa ambos esposos del trabajo vieron un camión de mudanza irse y no saber nada
que ellos sus vecinos pensaban mudarse y sin despedirse creyendo que tenían una
amistad. Al saber y comprender lo sucedido se dispusieron a prestarles algunas
cosas necesarias para esa noche y el día siguiente como sabanas, mantas,
almohada.
Ese
día fue su vuelta oscura a casa. Esa mañana jamás pensó que su vuelta a su
hogar sería el vacío en su alma. Venía como cual-
quier
día a compartir en familia pero la realidad era otra totalmente diferente a lo
que él creía vivir.
Bajó
de su auto nuevo, se dirigió a la puerta como era su costumbre, colocó la llave
en la puerta girando la misma pensando que pronto cenaría alguna comida rica
como siempre al regresar de su trabajo y ver a sus seres queridos su amada
esposa y sus hijos, ver las tareas del hogar de la escuela de sus hijos. Al
abrir todo cambió y solo se veían las paredes peladas con la pintura en ellas
desnudas y frías que llegaba a calar los huesos de la impresión fuerte y
difícil del momento revelado. La mirada estaba vacía... ¿qué pasó...? lo cotidiano
que vestía bonita cada habitación ni los amores que él creía tener nada allí
estaba.
La
desilusión, el trago de saliva amargo y la pena recién des- cubiertos ya se
comenzaba a asimilar con aplomo como era su modo. Hombre sufrido de muchos años
dolorosos que era normal en su rostro, algo desconfiado por momentos pero no
era todo habitual y sí real en los sentimientos de Joseph.
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