lunes, 24 de noviembre de 2014

Carlos Margiotta



Llamadas perdidas Carlos Margiotta
Jueves 16
Espero que puedas leer este mensaje, últimamente me di cuenta que nadie o muy pocos son los que contestan mis mensajes de texto y menos mis correos electrónicos. Yo lo vivo como una desconsideración, más aún a veces creo que les importo un carajo.
Viernes 17
Siguiendo con la conversación de ayer, creo que no contestarle al otro se está haciendo una costumbre que crece día a día entre mis contactos. ¿A vos no te pasa lo mismo? Analía, mi ex pareja, dice que son ideas mías, que es una proyección de mi conducta fóbica.
Sábado 18
Anoche entré en tu Facebook, me gustó la foto que habías subido al  muro, recuerdo el lugar y el momento, entonces compartíamos los mismos valores y gustos musicales. Vos sabes que siempre me gustaron las mujeres inteligentes como vos. ¿Qué pasa, te aburro con mis comentarios?
Domingo 19
Estuve sentado en el café más de una hora esperándote y no vinistes ni me llamastes. ¿Te arrepentiste? ¿Tu marido sigue controlándote como antes? Te pido que no me lo hagas más. Hoy tampoco recibí tus mensajes,
Lunes 20
Hoy tuve que dar clases en la Facultad, los estudiantes están en otra cosa, pareciera que ya no le interesan mis clases, antes disfrutaban del aprendizaje, mirá que Sociales siempre se caracterizó por tener un alumnado inquieto.
Martes 21
Llegó la primavera y ningún saludo, ninguna frase impersonal que me aludiera siquiera. Me debo estar poniendo viejo, como dice mi amigo Ramón somos una especie en extinción. Me siento descartable, un exilado de la cultura. ¿Y vos tan ausente como siempre?
Miércoles 22
Fui a la redacción de la revista, estaban todos alterados porque habían dado la lista de los despedidos. Yo estaba entre ellos, me le veía venir, menos mal que todavía tengo el programa de radio y mis clases en la secundaria. Nadie me llamó para solidarizarse.
Jueves 23
La gente anda metida cada uno en sus cosas, solo piensa en consumir, mejorar su aspecto físico, especular con el dólar y tratar de encontrar un rebusque para aumentar sus ingresos. Las mujeres se matan laburando fuera de casa, atienden a sus hijos, haces las tareas domésticas y los boludos de sus maridos pretenden que sean unas yeguas en la cama.
Viernes 24
Pedoná el lenguaje que use ayer, se ve que ando caliente porque le mandé varios mensajes de texto a mi ex y ni me contesta. ¿Y vos que sos mi amiga? Te acordás cuando estudiábamos en la facu y después nos íbamos al telo ese que estaba frente a la Plaza Vicente López, el otro día pasé por ahí y lo hicieron un sanatorio.
Sábado 25
Recién ahora me doy cuenta que mis mensajes están escritos como un diario, tal vez llegó el momento de escribir mi biografía, pero a quien le importa mi historia si a los jóvenes viven apurados detrás del olvido y a los viejos solo les interesa detener la historia.
Domingo 26
En el programa de radio pasé varios temas de Piazzolla, esos que escuchábamos en los 60, ¿te acordás? Fue cuando nos enamoramos. ¡O todo o nada!, dijiste, y fue así nomás. Ahora tenemos la posibilidad del reencuentro.
Lunes 27
Ayer no llamo ningún oyente al programa, ni siquiera para el concurso, no sé que habrá pasado. Quizá el día tan lindo hizo que bajara la audiencia, viste que en esta ciudad todo el mundo se las toma. Vos tampoco me contestaste ¿Que pasa?
Martes 28
Voy a tener que cambiar el celular, el mío solo sirve para hablar, no saca fotos, no tiene Internet… pensar en que tengo que aprender a manejarlo me deprime. Sigo preocupado por las falta de respuestas, cada tanto escucho una señal pero pronto se desvanece.
Miércoles 29
Me propusieron dictar un curso virtual, ahora se estudian carreras de esa manera y los alumnos se presentas una vez por año. No sé que hacer. A mi me gusta ver las caras de los estudiantes, escuchar como hablan, sentir el clima que reina en las clases, intuir hacia donde va el curso.
Jueves 30
Volvieron los dolores, estoy asustado. Tendré que ir otra vez al médico ¡la puta madre que lo parió!. Me voy a comprar unos calmantes y me meto en la cama. No me quiero dar manija pero mi viejo empezó con los mismos síntomas. ¡Podrías contestarme, te necesito!
Viernes 1
Ya estamos en octubre, se acabó el año. La clase media empezó a pensar en las fiestas y en las vacaciones. Algo pasa con mi celular, creo que la batería no carga, hace años que no la cambio. Ya me resigne a no esperar tus mensajes.

Sábado 2
Hoy fui al cine, me costó levantarme pero quería salir de casa y tomar aire. Había tanta gente comprando la entrada en el cine de Belgrano que decidí esperar en el bar de enfrente y ver otra película. Acerté con 7 cajas, la paraguaya.
Domingo 3
Vino a visitarme mi hijo mayor con mi nuera. Me trajo algo para comer y se ofreció a acompañare al médico. Le dije que sí. Ando medio cagado. Me duele mucho.
Lunes 4
Estuve con el médico y me derivó a un especialista. Cada vez me cuesta mas meter los dedos en el celular y mandarte mensajes. Estoy cansado. ¿Me vas a llamar?
Martes 5
Estoy en el sanatorio de la obra social, me enchufaron suero con una medicación. No te pido que vengas por la familia. Mañana me operan. Cualquier novedad te la informara mi hijo. Le pedí que si moría me sepultaran con el celular, ¿Por las dudas?
Miércoles 6
Apenas puedo hablar, no sé como hago para enviarte un mensaje. Te pido que comprendas. Gracias por tu compañía.

Juana Schuster




Truculencia  
 Juana  Schuster

Es el tercer asesinato cometido en el hospital neuropsiquiátrico de la zona. A 70 km de la carretera principal.
-Encuentro similitudes entre ellos.
-Sí,-responde el sargento Madison al detective Foster.
El investigador tiene 79 años. Había decidido retirarse de la profesión, cuando Madison fue hasta su casa. Era de noche, el detective lo atendió en bata. Fue notorio que dormía. Su amigo lo despertó ,al tocar el timbre en una cabaña de las afueras, en la zona rural ,
-¿Sabe Ud.? Ya no quiero dedicarme .a estas cosas .Desde que falleció mi esposa, me ocupo de pequeñas faenas de campo.
- Lo comprendo. Pero su sagacidad nos prestó siempre mucha ayuda. ¿Re cuerda el caso Lister?
Foster asistió con la cabeza percepción..En ese y otros sucesos, se había destacado por la percepción. Muchos hombres rendían cuenta ante la justicia gracias a su intervención exitosa.
-¿Un whisky, sargento?, ya no bebo, pero siempre hay una botella para loa compañeros. Los detalles eran desconcertantes. Una mujer joven había sido estrangulada y le habían cortado una pierna
Un enfermero, al que le faltaba un brazo, estaba en la morgue si haber sido reconocido aún.
El tercer caso era el de un interno, ahorcado con una soga. No tenía la mano izquierda.
-¿Nadie oyó nada?
-En absoluto. Al entrar el profesional de turno, encontró la escena dantesca.
-¡Rastros?
-Solo uno. Tenían el resto del cuerpo manchado con pegamento. Un tipo de pasta usada para adherir objetos de madera, cerámica o algo así.
-¿Averiguaron sobre personas cuya profesión esté conectada con tareas manuales?
-Aún no. Sabemos que las víctimas recibían visitas con escasa frecuencia.
-Quiere decir que nuestro hombre hace averiguaciones previas o tiene a alguien en la institución que tiene acceso al fichero.
-Esto es lo más probable.
-¿Alguien declaró?
- Solo el directos. Nos pareció un hombre sensato, normal.
-Todos son sensatos y normales, nunca se sabe el voltaje exacto que alberga un ser humano.
-Al otro día, el propietario de la clínica de muñecas, a 32 km del hospital, recibía otra clienta.
-Buenas tardes. A mi pequeña se le cayó. Tiene el brazo roto.
A la mujer le llamó la atención el interés exacerbado que tomaba el dueño en el cuerpo del juguete.
-Brazo roto derecho,¡Ah! La mano también.
Parecía satisfecho .Un niño al que le ofrecen una golosina. Trajo
una caja con decenas de brazos en todo tipo de material. Eligió uno. Con una mano.
-Sí Éste irá bien. En dos días la sustancia viscosa se amoldará y su hijita estará feliz.
Aquello que la señora no vio, fue otra caja, en la terraza. Había una mano izquierda, un brazo y una pierna.

Antología de cuentos cortos



Antología de cuentos cortos

                                           
El gato  
Julia del Prado
 Toc toc toc suena la aldaba y en esa casa inmensa, deteriorada por el tiempo, sólo queda como habitante el gato de la abuela, un gato gordo, inmenso que debe tener como 50 años. Ha tenido más de siete vidas y como única compañía tiene un espejo.
Toc toc toc vuelve a repicar la aldaba, el gato raudo intenta abrir la puerta, pero se choca con el espejo y queda atrapado dentro de él, se le ve como a Walt Disney le gusta; con las manos en alto, en la mano izquierda una pistola a lo cowboy y con sus patas abiertas.
Permanece así con una sonrisa siniestra

 Quería escribir   
Eduardo Coiro
 Él necesitaba escribir.
A primera hora, cuando los zorzales cantaban a la primavera. Mientras su mujer e hijos dormían...
Él quería escribir.
Hasta la media mañana al menos, cuando empezaba a escuchar a su mujer que protestaba desde la cocina:
-“A la carnicería hay que ir con plata”.
-Seamos vegetarianos y felices –le contestaba a los gritos desde la habitación.
No tuvieron que cazar para comer perdices.
Ni dejaron de ir a la carnicería.
Ni fueron felices.
Él, no escribió nunca más.
                                   
                                   Siempre tarde  
                                           Hebert Poll Gutiérrez
 -Tarde otra vez -dice enojada la galaxia al cometa Halley, quien se demoró casi setenta y seis años en llegar al Sistema Solar.
-Cómprame una nave espacial y verás -contesta él.
Parece que la Galaxia no tiene presupuesto para comprar naves espaciales. Han pasado millones de años y Halley… sigue llegando tarde.

                                         Nihilismo  
                                                  Julio Carabelli
No creo en el Hombre definitivamente no creo en él y pienso que de existir vida en otros planetas el ser humano es una seria amenaza para cualquier tipo de civilización por eso es que nunca cuchara de madera y no le estreché la mano al viejo sauce que recibía a la gente en la entrada del subte bajándome del colectivo decidido a terminar con Mabel quien a pesar de saber que jamás iría me tenía preparados los barbarismos y mi pantalón favorito con el cual terminada la escasa cena entré a la universidad para que mis degradados alumnos supieran cómo salir de allí en bicicletas de silencio para tapar con un gran cristal el cuerpo degollado de Mabel.

                     
                            Discusión entre clavos 
                                   Luis Alberto Taborda
Dos clavos discutían acaloradamente entre ellos para saber qué cosa era más importante en su anatomía, si la cabeza o la punta. No se ponían de acuerdo y en eso estaban cuando intervino el martillo y con sendos golpes soberanos enterró a ambos, firme y definitivamente, en la gruesa tabla en que estaban apoyados.
¡Si me hubieran consultado, vociferó el martillo torpemente, hubiera dicho que para mí la parte más importante de un clavo es el cuerpo, ya que permite que la fuerza de un buen martillazo se propague íntegra y total de un extremo a otro!
                          
                                      El funeral   
                                         María Fabiana Calderari
 Hacía apenas unas horas que me sentía mejor. Decidí, por fin, no estar ausente en el funeral.
Cuando llegué, el olor nauseabundo de las flores de la sala y la muchedumbre entretenida y atribulada casi me hizo regresar. Con interminables pasos llegué hasta el féretro. El muerto estaba solo, pálido, frío, desconocido.
Me di cuenta que en la mano derecha tenía el anillo inconfundible de mi padre. No pude llorar mi muerte, me sentía mejor.
                              
Magia  
Antonio Cruz
 "Ahora sacaré un conejo" dijo el mago tocando la galera con su varita mágica pero no salió ninguno. Como quería saber lo que ocurría se metió dentro de ella. Desde aquel día, un conejo recorre el mundo sacando magos de una galera.
                  
Los ojos culpables   
Ahmed Ech  Chiruani
 Cuentan que un hombre compró a una muchacha por cuatro mil denarios.
Un día la miró y echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él respondió:
-Tienes tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios.
Cuando quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado el hombre se afligió y le dijo:
-¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor.
Ella le respondió:
-No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios.
A la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía:
-La muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumentó para nosotros y te la hemos tomado.
Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La muchacha estaba muerta.
                                
Somos testigos  
Maritza Álvarez
Dirás que son árboles viejos…que su corteza no permanece. Se caen y doblan de a poco. Se secan al sol en una espera sin sentido, en el ocaso implacable de sus vidas. Podrás pensar que son como hojas que en el otoño amarillan, marchitan y otras cosas que no quiero decir.
Y ellos lo hacen, es cierto, frente a nuestras narices, aventuran la última posibilidad en las postas de los hospitales, donde se están apagando de a cuatro por semana y contando…
En nuestros barrios, solos (qué pocos saludos tienen los viejos!)…
En alguna pieza al fondo, muy al fondo de la casa de sus hijos, duermen sus tristezas, se relegan a la incomprensión, se confinan a la vida sin razón. Hemos internado en el patio trasero a la edad de la supuesta serenidad.
Dirás que la cordura no es precisamente su fiel compañera…que sus historias cansadas y repetidas hasta fastidiar los corazones, ya no puedes ni quieres escuchar…
Sector vejado por nuestra sociedad, casi parias sin derechos, que suplican los pesos de la jubilación, para pasar un día más.
Una espera más, en las postas sucias y miserables de nuestra conciencia de “humanidad”.
                                   
Azar   
Walter Rago
 Él creyó ver a su mujer entrando a un hotel con otro hombre. Cuando recuperó la capacidad de pensamiento, comprendió que, para ser justo, motivos no le faltaban. Enfermo de trabajo, en los últimos tiempos la había ido abandonando.
Ella nunca supo, que el maravilloso y repentino cambio en su vida de pareja, debía agradecerlo a un azaroso cruce y a una tarde de sexo de una desconocida (aunque con un corte de pelo idéntico al suyo).

                
El sanador y los matadores  
Rubén Vedovaldi
 Un brujo de la selva curaba enfermos de tabaquismo por sugestión.
Viendo mermar sus ganancias, la mayor tabacalera intentó disuadirlo por soborno pero el brujo resultó insobornable.
Entonces intentaron matarlo pero sobrevivió a todos los intentos de asesinato y siguió curando fumadoras y fumadores.
Una Asamblea General de Naciones Unidas lo declaró enemigo de la humanidad, pero el brujo ni se enteró y siguió curando. Cuando ya no quedó un solo enfermo de tabaquismo ni fumador pasivo, el brujo intentó curar a los enfermos de armamentismo belicista, pero murió de viejo sin lograr curar a ninguno.
                              
El harén de un tímido  
René Avilés Fabila
 Como temía decirles que no, opté por conservar a todas las mujeres que he amado.
                        
Misterios del tiempo  
Alejandro Jodorowski 
Cuando el viajero miró hacia atrás y vio que el camino estaba intacto, se dio cuenta de que sus huellas no lo seguían, sino que lo precedían.
                               
La decisión  
Joan Mateu
 No lo decidió de golpe ni a causa de una reacción visceral. Fue una decisión tomada después de mucho tiempo de ponderar los pros y los contras. Había llegado el momento de llevarla a la práctica.
- Salgo un momento, voy a por tabaco - dijo despidiéndose de las demás.
Sabían que no volverían a verla, era la tercera que hacía lo mismo y la vieron salir sintiendo algo entre tristeza y envidia.
En cuanto salió, las cerillas se acostaron más anchas, con cuidado de no rozarse cabeza contra cabeza, ocupando todo el fondo de la caja.
                     

Guy de Maupassant

                        Pierrot  Guy de Maupassant

La señora Lefèvre era una dama pueblerina, una viuda, una de esas semicampesinas de lazos y sombreros adornados, una de esas personas que cecean, que adoptan en público aires de grandeza y ocultan un alma de bruta pretenciosa bajo un exterior cómico y abigarrado, como disimulan sus gruesas manos enrojecidas bajo guantes de seda. Tenía como sirvienta a una animosa campesina muy simple, llamada Rose. Las dos mujeres vivían en una casita de postigos verdes, junto a una carretera, en Normandía, en el centro de la región de Caux. Delante de la casa poseían un estrecho jardín en el que cultivaban algunas hortalizas.
Y sucedió que una noche les robaron una docena de cebollas. Tan pronto como Rose se percató del robo, corrió a avisar a la señora, que bajó en refajo. Fue una desolación y un terror. ¡Habían robado a la señora Lefèvre! Luego alguien robaba en el pueblo, y podía regresar. Y las dos mujeres, azoradas, contemplaban las huellas de los pasos, comentaban, suponían cómo debían haberse desarrollado los hechos: «Mire, han pasado por ahí. Han puesto los pies sobre el muro; han saltado al bancal.» Y se asustaban pensando en el porvenir. ¡Cómo iban a dormir tranquilas a partir de ahora! El asunto del robo se difundió por la zona. Los vecinos llegaron, constataron, discutieron a su vez; y las dos mujeres explicaban a cada recién llegado sus observaciones e ideas.
Un agricultor vecino les sugirió: «Deberían tener un perro.» Es verdad; deberían tener un perro, aunque no fuera nada más que para que les avisara. No un perro grande ¡no, por Dios! ¿Qué iban a hacer ellas con un perro grande? Sólo en comida las arruinaría. Pero sí un perro pequeño (en Normandía se les llama quin) un pequeño quin que ladrara. Cuando todos se marcharon, la señora Lefèvre analizó detenidamente la idea del perro. Después de reflexionar, ponía mil objeciones, aterrorizada al pensar en una escudilla llena de comida; pues era de esa raza parsimoniosa de señoras del campo que llevan siempre algunos céntimos en el bolsillo para poder dar limosna ostensiblemente a los pobres de los caminos y dar en las colectas del domingo. Rose, que adoraba a los animales, expuso sus razones y las defendió con astucia. Por lo que quedó decidido que tendrían un perro, un perro muy pequeño. Se pusieron a buscarlo, pero sólo encontraban perros grandes, que comían hasta hacer temblar. El tendero de Rolleville tenía uno, pequeño; pero exigía que se le pagaran dos francos para cubrir los gastos de la crianza. La señora Lefèvre declaró que estaba dispuesta a alimentar a un quin pero que no lo compraría. Y el panadero, que estaba al corriente del asunto, trajo una mañana en su coche a un extraño animal amarillo, casi sin patas, con cuerpo de cocodrilo, cabeza de zorro y una cola en trompeta, un verdadero penacho, tan grande como todo el resto del cuerpo. Uno de sus clientes quería deshacerse de él. La señora Lefèvre encontró muy hermoso a aquel perrillo inmundo, sobre todo porque no le costaba nada. Rose lo besó y luego preguntó cómo lo llamaban. El panadero contestó: «Pierrot.»
Lo instalaron en una antigua caja de jabón, y le ofrecieron agua para beber. Luego le presentaron un trozo de pan. Se lo comió. La señora Lefèvre, inquieta, tuvo una idea: «Cuando esté bien acostumbrado a la casa, lo dejaremos suelto. Así encontrará qué comer merodeando por el pueblo.» Lo soltaron, en efecto, lo que no impidió en absoluto que estuviera hambriento. Además, sólo ladraba para reclamar su comida; y en ese caso, ladraba con gran insistencia. Todo el mundo podía entrar en el huerto. Pierrot acudía a acariciar a cada recién llegado y permanecía mudo. Pese a todo, la señora Lefèvre se había acostumbrado a él. Incluso había llegado a quererlo y a darle de su mano, de vez en cuando, trocitos de pan mojados en la salsa del guiso. Pero no se le había ocurrido pensar en el impuesto que debería abonar por el animal, y cuando le reclamaron ocho francos -¡ocho francos, señora!- por esa birria de quin que ni siquiera ladraba, a punto estuvo de desmayarse de la impresión.
Y decidieron de inmediato que debían deshacerse de Pierrot. Nadie lo quiso. Todos los habitantes, a diez leguas a la redonda, lo rechazaron. Entonces, a falta de mejor solución, resolvieron que le harían «piquer du mas». «Piquer du mas», «comer marga». Se les hacía «piquer du mas» a los perros de los que sus amos querían deshacerse. En mitad de una amplia llanura, se veía una especie de choza o más bien, un pequeño techo de paja, colocado sobre el suelo. Era la entrada al margal. Un pozo, completamente perpendicular, se introduce hasta veinte metros bajo tierra, para desembocar en una serie de largas galerías de mina.
Sólo bajan a esta cantera una vez al año, en la época en la que se abonan las tierras con marga. El resto del tiempo sirve de cementerio para los perros condenados; y con frecuencia, cuando se pasa cerca de aquel agujero, llegan hasta los oídos del caminante alaridos quejumbrosos, ladridos furiosos o desesperados, llamadas lamentables. Los perros de los cazadores y de los pastores huyen despavoridos de los alrededores de ese agujero que gime; y, cuando alguien se inclina sobre él, percibe un repugnante hedor de podredumbre. Allí se desarrollan terribles dramas en la oscuridad. Cuando un animal agoniza después de diez o doce días en el interior, alimentado por los restos inmundos de sus predecesores, un nuevo animal, más grueso, más fuerte sin duda, es lanzado de repente. Allí se encuentran los dos, solos, hambrientos, con los ojos brillantes. Se miran, se persiguen, dudan, ansiosos. Pero el hambre los apremia; se atacan, luchan durante mucho tiempo encarnizadamente; y el más fuerte se come al más débil, lo devora vivo.
Cuando estuvo decidido que le harían «piquer du mas» a Pierrot, buscaron un ejecutor. El picapedrero que binaba la carretera pidió cincuenta céntimos por hacerlo. Eso le pareció locamente exagerado a la señora Lefèvre. El peón del vecino se contentaba con veinticinco; pero aún era demasiado; y como Rose había hecho observar que más valía que ellas mismas lo llevaran, porque así no lo maltratarían por el camino y no le harían sospechar al animal lo que le esperaba, decidieron que lo harían las dos, al atardecer. Esa tarde le ofrecieron una buena sopa con un dedo de mantequilla. Se tragó hasta la última gota; y cuando removía la cola de alegría, Rose lo cogió y lo envolvió en su mandil. Iban dando zancadas, como merodeadoras, a través de la llanura. Pronto vieron el margal y llegaron a él; la señora Lefèvre se inclinó para escuchar si no gemía ningún animal. -No- no había ninguno; Pierrot estaría solo. Entonces Rose, que lloraba, lo besó y lo lanzó al agujero; las dos se inclinaron con el oído atento. Primero oyeron un ruido sordo; luego el lamento agudo y desgarrador de un animal herido, luego una sucesión de pequeños gritos de dolor, luego llamadas desesperadas, súplicas de perro que imploraba, con la cabeza levantada hacia la abertura. Ladraba , ¡oh! ¡cómo ladraba! Sintieron remordimientos, pavor, miedo inexplicable y loco, y escaparon corriendo. Como Rose iba más rápida, la señora Lefèvre le gritaba: «¡Espéreme, Rose, espéreme!»
Pasó la noche en medio de horribles pesadillas. La señora Lefèvre soñó que se sentaba a la mesa para comer, y que, al destapar la sopera, aparecía Pierrot dentro, que se lanzaba hacia ella y le mordía la nariz. Se despertó y creyó oírlo ladrar. Prestó atención; se había equivocado. Se durmió de nuevo y, en sueños, se encontró en una amplia carretera, una carretera interminable. De pronto, en mitad del camino, vio una cesta, una gran cesta de campesino abandonada que le infundía miedo. Terminaba, no obstante, por abrirla, y Pierrot, escondido en el interior, le agarraba la mano y no se la soltaba; y ella echaba a correr despavorida, llevando al extremo del brazo el perro colgando, con los dientes bien apretados.
Por la mañana temprano, se levantó medio loca, y acudió corriendo al margal. Ladraba; ladraba aún, había estado ladrando durante toda la noche. Entonces ella se puso a llorar y lo llamaba con mil nombres cariñosos. Él respondía con todas las inflexiones tiernas de su voz de perro. Quiso volver a verlo, prometiendo hacerlo feliz hasta su muerte. Corrió a casa del pocero encargado de la extracción de la marga, y le contó su caso. El hombre escuchaba sin decir nada. Cuando la señora terminó, dijo: «¿Quiere sacar a su perro? Le costará cuatro francos.» Ella se sobresaltó y todo su dolor se esfumó de repente. «¡Cuatro francos! ¡se dejaría morir! ¡cuatro francos!» Pero él añadió: «¿Cree que voy a coger mis sogas, mis manivelas, voy a instalarlo todo, e ir allí con mi chico y dejarme morder por su maldito perro, sólo por el gusto de devolvérselo? No haberlo tirado.» Se marchó indignada. - ¡Cuatro francos! Cuando regresó a casa llamó a Rose y le dio cuenta de las pretensiones del pocero. Rose, resignada, repetía: «¡Cuatro francos! es mucho dinero, señora.»
Más tarde propuso: «¿Y si le echáramos de comer, al pobre perro, para que no se muera?» La señora Lefèvre aceptó, contenta; y ahí las tienen, en marcha, con un gran pedazo de pan untado con mantequilla. Lo partieron en trocitos que lanzaban uno tras otro, hablándole por turnos a Pierrot. En cuanto el perro se tragaba un trozo, ladraba para reclamar el siguiente. Regresaron por la noche, y al día siguiente, y todos los días. Pero sólo hacían un viaje.
Y sucedió que, una mañana, en el momento de dejar caer el primer bocado oyeron de pronto un formidable ladrido en el interior del pozo. ¡Había dos! ¡habían arrojado otro perro, otro grande! Rose llamó: «¡Pierrot!» y y éste ladró. Entonces se pusieron a arrojarle la comida; pero, a cada trozo, percibían una terrible pelea seguida de los gritos quejumbrosos de Pierrot, mordido por su compañero que se lo comía todo, pues era el más fuerte. De nada les servía especificar: «¡Esto es para ti, Pierrot!». Pues Pierrot, evidentemente, no obtenía nada. Las dos mujeres, sobrecogidas, se miraron; y la señora Lefèvre dijo con tono desabrido: «Yo no puedo alimentar a todos los perros que arrojen aquí dentro. Tendremos que renunciar.» Y, sofocada al pensar en todos aquellos perros viviendo a sus expensas, se marchó, llevándose el resto del pan, que empezó a comerse mientras caminaba. Rose la siguió limpiándose los ojos con una punta de su mandil azul.


 
 

LULU COLOMBO

POEMAS LULU COLOMBO

NIÑO PESCADOR DE LUNAS                                                                             
                           Homenaje al poeta L. Lugones en su 140° aniversario.
El hombre de la pieza nueve está callado
Contempla el agua y en su cansancio
Deambulan sus ojos viejos por esa callecita,
La de su vieja casona, allá en el Quillovil.
Ve el Cerro del Romero,  y el aljibe del patio.
Sube al puente buscando al niño perdido.
Insolado por la vida en su aturdida soledad
Hunde el mirar en esas aguas extrañas
Ve al niño pescador de lunas,
Ese ardiente niño de castiza cuna
Ése que sueña jugando al pie del tacu
Del patio. En ese instante comprende
los blasones de su estirpe.
La luna de los lunones entra por una ventana,
Y sobre la cuna del niño desliza
sombras macabras. El niño quiere tocarlas.
En las aguas rumoreantes, fatales signos esquivos
de cuatro lunas menguantes, bailotean
en las llamas donde crepitan los santos.
Travesuras. ¡Por Dios! Es el diablo.
Madre manda llamar al vicario.
En campo azul, dice Tirso,
Un claro esplendor de versos, que en el
Linaje Lugones, es blanco y azul de Patria.
Para el poeta cansado, arrancado del ayer,
La luna hila despacio un lecho de estrellas albas
El niño pescador de lunas se pierde en ondas de plata.
Van siendo trescientos años de aquellos viejos
Lunones, linaje de los Lugones, los de Tirso  de Avilés. 

UNOS HOMBRES ME MIRAN DE REOJO
                                  
Ahogo  las espinas con ron
En un mostrador mugriento
Unos hombres me miran de reojo
Vienen a ahogar sus espinas,
Como yo.
Mastico, una y otra vez, tu nombre,
Con menta y limón, como aquella vez
Un frescor de primavera baja hacia mí
Como si hubiera frotado la famosa lámpara
Cubro  tus espaldas con besos rosados
Como una lluvia de capullos de manzano
Mi verdor deshoja el verde tallo del amor
Mis yemas tantean el tronco inefable
Como un ladrón de joyas en la oscuridad
Cuando el gozo abría ventanas a la luna
Fui tahúr  y fui odalisca en brumosos velos
De ginebra  y  ron. Noche a noche la piel
Aromada de almizcle y de hierbas salvajes
Afuera, el monte y los llanos incendiándose
Y en mí, un rugir de pumas en el tálamo
Tu mano, entonces, se perdió en mi cabellera
Era tarde ya. El frescor de la menta se apagó.
El tabaco final se lleva también tu mirada.
Unos hombres me miran de reojo
Vienen a ahogar sus espinas,
Como yo.

María Ester Sorbello



                         Madrid  María Ester Sorbello

                                                            Madrid, una ciudad que engulle hasta los sueños…”
Sólo desprendió el botón de arriba de su camisa y aflojó el nudo de su corbata.
Sintió que en la oficina se ahogaba, no podía respirar el mismo aire que esos embusteros.
Y por eso,  hace un par de horas que está sentado allí, bajo ese sol radiante de abril.
La primavera ha alterado a muchos, pero otros son simplemente eso: mentes alteradas.
Así que las dejó hablando a gritos, discutiendo entre ellas.
Pensó que en esta época las ferias se multiplicaban por los pueblos ¡Cómo deseaba ir al suyo! Recorrer sus calles, algunas de tierra, ver la felicidad en los rostros de los que lo vieron  nacer.
Dejar esta ciudad que engulle hasta la sonrisa de la gente.
Otra vez recordó cada palabra, cada cosa que se dijo de ella.
No podía ser cierto, no debía serlo.
Era la mujer más bella, la persona más bella que había conocido es esta Madrid que tanto rechazo le causaba. Sólo por ella se quedó, sólo por Ana.
Se incorporó, y caminó despacio, no podía dejar de pensar en  su rostro virginal, sus ojos claros y sus cabellos que caen  por sus hombros, rozando la cintura.
Sintió deseos de tenerla en sus brazos, de besarla y de hacerla suya.
¿Pero… sería cierto lo que decían de ella?
Y con la duda instalada en el alma, cruzó las calles soleadas.
Sin darse cuenta de cómo,  llegó hasta la puerta de Ana.
Y se quedó allí parado, mirando la puerta.
Sabía que vivía sola, y que había pedido el día ¿Estaría en su casa? ¿Se sentiría mal?
Miró hacia el piso de arriba, allí estaba su cuarto, imaginó estar con ella, cerca, diciéndole que la amaba.
Y se quedó colgado, con la vista detenida en esa ventana de arriba. Hasta que le pareció ver una silueta ¡Sí! era ella, ahí estaba, corrió la cortina para hacer entrar la luz; estaba como diosa de marfil, asomada, pero pronto lo vio, había un hombre. Un hombre con ella.
No quería ver, no quería perder sus sueños. Pero tuvo que mirar. Ahí estaba la persona, que le dio el visto bueno para que entrara en la oficina. El dueño de la empresa estaba ahí, en la habitación de Ana.
Ya no quiso mirar más y se marchó corriendo, cruzó calles y más calles. Sólo un fuerte ruido, una frenada y un golpe, detuvo su camino.
Quedó de espaldas sobre el pavimento caliente, y la vio a ella, ella lo abrazaba, ella estaba con él en su cama, ella lo ocupaba todo, ella…

JOHN LENNON



          Nos hicieron creer   JOHN LENNON (1940-1980)

Nos hicieron creer que el "gran amor" solo llega una vez, generalmente antes de los 30 años. No nos contaron que el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado. Las personas crecen a través de la gente. Si estamos en buena compañía es más agradable.
Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una  naranja, y que la vida solo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en la vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta.
Nos hicieron creer en una fórmula llamada "dos en uno" . Dos personas pensando igual, actuando igual, que era eso lo que funcionaba. No nos contaron que eso tiene nombre: ANULACION. Que solo siendo individuos con personalidad propia podremos tener una relación saludable...
Nos hicieron creer que los lindos y los flacos son más amados.
Nos hicieron creer que solo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos, y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad.
No nos contaron que estas fórmulas son equivocadas, frustran a las personas, son alienantes, y que podemos intentar otras alternativas.
¡Ah! tampoco nos dijeron que nadie nos iba a decir todo esto... cada uno lo va a tener que descubrir solo.
Y ahí, cuando estés muy enamorado de ti, vas a poder ser muy feliz y te vas a enamorar de alguien.
 ...Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el  amor aunque la violencia se practica a plena luz del día....

Marta Becker









Animas Traviesas   
Marta Becker

El enorme edificio de tres plantas ubicado en la esquina de Independencia y Rincón había sido a principios del siglo XX un hospicio donde iban a parar los locos, los desvalidos y algunos detenidos políticos, cuando no se sabía dónde ubicarlos.
Era una mole gris, cuadrada, con ventanas enrejadas y el arquitecto que la construyó no puso ningún esmero para que parezca algo bello. Carecía de todo estilo arquitectónico y era evidente que se levantó con un solo fin, albergar almas perdidas.
La historia que pasó por tres generaciones cuenta que una noche un loco, en un arranque de ira, comenzó un fuego en la lavandería. El incendio se propagó al resto del edificio. Como la unidad de bomberos no estaba bien organizada en esa época, no alcanzaron a apagar rápido la combustión y murieron calcinados casi todos los internados.
La propiedad fue cerrada por las autoridades y quedó todo abandonado.
Desde ese momento quedó en la leyenda que las ánimas de los  fallecidos en la tragedia circulaban por el edificio huyendo de las llamas. Durante años surgieron testimonios de vecinos que aseguraban escuchar durante la noche risas y cantos mezclados con gritos de dolor. Nadie pudo nunca confirmar la veracidad de estos dichos, pero cuando la gente andaba por la zona, se cruzaba a la vereda de enfrente para no pasar delante del edificio, temerosos de oír las voces.
En varias oportunidades se declaró en el inmueble un principio de incendio. Los habitantes de las casas vecinas llamaban a los bomberos, que acudían presurosos para combatir el siniestro, pero cuando llegaban ya no había rastros de fuego, ni siquiera restos de cenizas calientes como señal de que se había apagado.
La hipótesis que esgrimían los servidores públicos era que quedaban restos del fuego que prendían durante la noche algunos vagabundos que pernoctaban en el viejo edificio y que lo abandonaban durante las mañanas.
Cada vez que los bomberos se retiraban, las ánimas estallaban en carcajadas mientras esgrimían en sus manos fósforos encendidos como si fueran velitas de cumpleaños. Se sentían felices como los chicos cuando hacen travesuras, conscientes de que está mal pero son divertidas.
El último aviso de incendio ocurrió en la Nochebuena de 2011. Los vecinos llamaron a los bomberos, pero éstos estaban tan ocupados apagando los fuegos producto de los festejos que cuando llegaron a la casa las llamas ya habían consumido lo que quedaba del inmueble y se produjo el derrumbe.
Sólo quedaron escombros, pero los que presenciaron el siniestro aseguran que vieron una columna blanca que comenzó a elevarse en forma de espiral mientras escuchaban llantos y voces de lamento.
No muchos creen en esta historia, pero los pocos que lo hacen sugieren que si alguien tiene una propiedad abandonada esté muy atento a los acontecimientos y a los fuegos, ya que las ánimas traviesas están en la búsqueda de un nuevo hogar.